2/2/08

Axel Hüte

La obra de Hütte está hecha de trazos de naturaleza que rozan lo abstracto, sí, lo abstracto, que ponen en relación al espectador con esa especia de frío romanticismo nórdico. Y es que en la muestra encontramos paisajes plomizos, inhumanos, desolados…, más que desolados, cuidadosamente vaciados. El alemán muestra fotografías tomadas en Australia, Brasil, Estados Unidos, Alemania y Maui (Hawai) frente a las obtenidas en Noruega, Alaska o Islandia, y, casi todas, de dos en dos, es decir, contraposición dialéctica a la carta.

Adentrándonos en la obra, de lo que no hay duda es de la estrecha relación que estas fotos tienen con el sentimiento de “sublime romántico”. Para Edmund Burke, el primero en explicitar la diferencia entre lo bello y lo sublime, este sentimiento o predisposición tiene un significado tan amplio como el de la propia belleza. En su obra “Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello”, Burke asocia la idea de lo sublime a cualidades tales como la oscuridad, la grandeza, la magnificencia, la grandiosidad y, correspondientemente, a sentimientos como el temor, el asombro o elrespeto. Y ahí es donde está la clave de la obra de Hütte. No es una obra documental ni cerrada, es pura emoción y diálogo. Ahí está la naturaleza, hablándonos sin dejarnos estrecharnos a ella. Para Burke, pues, y por extensión, pienso que para Axel Hütte, lo sublime no sólo se relaciona con la presencia de lo grandioso y extrahumano, sino también con un cierto sentimiento de dolor, espectáculo y peligro: "todo lo que resulta adecuado -señala Burke en “Indagación”- para excitar las ideas de dolor y peligro, es decir, lo que es de algún modo terrible, (...) es una fuente de lo sublime; esto es, produce la emoción más fuerte que la mente es capaz de sentir".

Lo sublime, por consiguiente, comporta una complacencia ambigua y extraña: se trata de un cierto "horror delicioso". La obra del alemán no produce un horror, pero sí que está cerca de ese sentimiento de pequeñez humana y de expectación ante los paisajes que presenta. Es lo frondoso y oscuro del lago lo que da claridad intelectual. No hay diálogo entre el espectador y las fotografías, hay contemplación y descubrimiento. Lo mejor de todo no son las fotografías. Lo mejor es que le quedan muchos años para seguir mostrándonos ese testimonio dulcemente horrible de una naturaleza que cuestiona la existencia del hombre.