7/3/07

Más allá de la mirada

Clara Muñoz*
El vídeo es una de las técnicas expresivas más recurridas por aquellos que han visto en este soporte un campo de experimentación que se amplia a medida que crece la tecnología. Al igual que otras artes localiza también su campo de actuación en los terrenos limítrofes entre diferentes territorios creativos. En este sentido la obra de
Shoja Azari y Shahram Karimi es una compleja paradoja derivada del empleo de distintos elementos provenientes de la pintura y del vídeo. Conscientes del factor tiempo que separa la grabación en vídeo de la retención pictórica del movimiento o de sucesivos instantes de un desplazamiento, aúna los hallazgos de estos dos territorios. En lienzos de igual formato una corta secuencia proyectada se repite, pero hay algo de esa imagen que queda retenida en la tela. Los artistas han seleccionado algún elemento de la filmación para ser pintado. Esta combinación de pintura y vídeo barroquiza la visión de la obra, creando una incertidumbre relacionada con el motivo de esa selección. Pocas veces hemos visto una hibridación tan bien resuelta entre disciplinas opuestas en sus objetivos iniciales.

La música, el movimiento que realiza el personaje y el paisaje desértico de Corralero nos introducen en el trabajo de Abigail Lane y Paul Fryer. El ilusionista vestido para la ocasión tira y recoge las cartas, una a una, en un alarde de profesionalidad. Estas acciones suelen hacerse en lugares cerrados iluminados con luz artificial y cargados de público. Las dunas, la luz y el paisaje del fondo nos dan las claves de que estamos contemplando una actividad descontextualizada que desconcierta. La historia fragmentada en tres imágenes le sirve para hablarnos del mundo del arte escénico, de la magia y la prestidigitación, del arte que poseen algunas personas para dar vida a algo imposible. Podría servirnos como metáfora del propio mundo del arte, un territorio donde las leyes de la física o de la lógica pueden ser desafiadas, siendo necesario establecer lecturas que exceden de lo racional.

Suelos ajados por el tiempo, paredes desconchadas donde reconocemos texturas y un cierto aroma poético nos introduce en un mundo donde no resulta fácil orientarse. La música tiene gran protagonismo en este enigmático universo de espacios imposibles que nos recuerdan los juegos de ordenador, en estas metamorfosis espaciales y proyecciones tridimensionales que convierten el trabajo de Héctor Rodríguez en legítimo heredero de M.C. Escher. Este artista confiesa ser admirador de Maya Deren y de Michael Show, dos directores de cine experimental que juegan con la relación existente entre espacio y movimiento. En Res Extensa el espacio se presenta en un estado constante de transformación, convirtiéndose, así, en una imagen del tiempo. Seducido por la perspectiva y sus posibilidades utiliza procedimientos matemáticos a través de la tecnología digital.

Linterna mágica de Sergio Brito proyecta la imagen de la boca de una hormigonera girando constantemente. El proyector se desliza por un rail sujeto del techo lo que le permite desplazar la imagen a las cuatro paredes de la pequeña sala de exposiciones. El sonido emitido y el movimiento que realiza mientas gira y gira, mezclando los ingredientes con los que se construye el cemento, nos anuncia que nos encontramos ante un objeto que pertenece a un entorno que podríamos identificar con la fabricación del hormigón que sirve de aglomerante para las grandes construcciones turísticas. La hormigonera forma parte del paisaje desarrollado a lo largo de las últimas cuatro décadas en la costa insular. El modelo de colonización turística extensiva masificada ha aparejado graves consecuencias culturales y medioambientales.

El tráfico rodado de la autovía que conecta la ciudad de Las Palmas con el sur de la isla ha sido capturado por Francis Naranjo en un tramo de la Avenida Marítima capitalina. La introducción de espacios reconocibles en el recinto de la proyección a través de la suplantación que la configuran con imágenes recogidas en otros lugares es manejada con maestría. Este creador tiene una obra que dota, y esto reconozco que es una apreciación personal, de contenido metafísico las imágenes cotidianas. La lámpara ubicada detrás del finísimo panel de proyección que se adelanta a la pared de la sala y que rompe la imagen llega más que a inquietarnos, a conmovernos. Nos revela la condición incierta de lo que vemos, de lo que nos rodea como si todo fuera mentira o falsamente cierto, porque no alcanzamos a ver esos elementos que están representados en esa luz que no podemos ver ya que somos incapaces de descubrirla detrás de las imágenes que componen el mundo.

Enrique Cárdenes no es ajeno al poder que tienen las proyecciones para alcanzar esa aspiración casi mítica de algunos pintores de traspasar el plano del cuadro. Esto lo consigue filmando la imagen de una persona que se mueve detrás de un plástico para luego proyectarlo en toda la dimensión del paramento situado al fondo de la sala. De esta manera transmite la sensación de que efectivamente hay alguien allí, detrás de la pared que posee la transparencia de una lámina de pvc. La lógica nos anuncia que lo que estamos viendo es un engaño, los sentidos, sin embargo, confirman una falsa realidad. Así somos conscientes de la existencia de mecanismos para engañar a nuestros sentidos y hacernos ver cosas que no son reales.

Si hay una pieza que vincula la arquitectura y el video es el trabajo de Alby Álamo. El concepto de ventana como elemento compositivo de una fachada que nos permite la iluminación de un interior es perversamente poético, dejándonos descubrir el mundo interior desde fuera. Esta imagen ha sido utilizada por el cine en múltiples ocasiones. En Vida sana convierte la ventana en un escaparate a través del cual visualizar lo que podría suceden en el interior. La vida cotidiana de la gente, los hábitos del hogar son proyectados permitiendo al transeúnte contemplar la exhibición directa de imágenes intimistas como puede ser un hombre haciendo ejercicio o una mujer tumbada en la cama. Al proyectar desde la ventana las reglas han cambiado y el espectador, desde la calle, se convierte en un voyeur que ha profanado la intimidad.

Amanda López se apropia de imágenes procedentes del cine, la televisión y la publicidad. Con fragmentos de serie B construye un collage de imágenes en donde se relaciona a la mujer con el sexo y la violencia. Mujeres voluptuosas, ansiosas de sexo, obsesionadas por el poder, son permanentemente torturadas como castigo por su codicia. En el fondo parece ser esta la única satisfacción que pueden dar a unos hombres que ven imposible el acceso a unas hembras y que por tanto tienen auténtico placer en ver como las machacan públicamente. A pesar del enorme machismo que destilan estas imágenes hay que reconocer que hay algo de ingenuidad y encanto en ellas. En la actualidad la pornografía a través de Internet, mucho más directa, cruda y menos imaginativa, ha ocupado esa parcela. Si Amanda López rescata un mundo de ficción con posibilidades creativas, la pornografía actual muestra la agresión directa a una mujer y lo hace bloqueando nuestra imaginación por completo.

Óscar Hernández y Beatriz Lecuona presentan una obra desconcertante que tiene continuidad en el porche del Teatro Guiniguada. Su discurso artístico pretende penetrar en los mecanismos de representación de la construcción del sentido de las imágenes. En Ética de urgencia los artistas figuran como actores en una escenografía enmarcada en un teatro para así recalcar el carácter teatral o extrateatral de su actividad, ya que se dedican a realizar tareas de limpieza del telón y del piano que se encuentra en ese escenario. Esta labor rutinaria se ve interrumpida por comentarios y pensamientos que se entrelazan y parecen contraponerse a la anodina actividad representada. El vínculo entre estos dos discursos que se cruzan llega a desconcertarnos y a hacernos reconocer la enorme dificultad que poseemos para entender los mecanismos sobre los que se construyen nuestro pensamientos sobre el mundo, las cosas o las personas.

La complejidad del silencio y una efectiva puesta en escena hacen de la instalación de Karina Beltrán una de las más sugerentes. La ensoñación nos convierte en el primer habitante del mundo de la soledad y, como una niña solitaria habitando estas imágenes, podemos adentrarnos en un mundo en el que sentirnos espectadores solitarios como la joven representada. Bella, sola, melancólica ha permanecido donde todos se han marchado, o tal vez ha encontrado un lugar identificativo en un patio de butacas vacío al que ha accedido para ensimismarse y así experimentar el sentido de sí misma. El espectador la observa y percibe la sensibilidad de la joven un poco desde atrás, tal vez desde delante, como si fuera a sentarse. Hermosura y tristeza nos infunde la inquietud de estar próximos a un alma sensible. Apetece estar cerca, verla, mirarla y, sin molestarla, sentarnos y recordar mientras soñamos o soñar mientras recordamos. El juego de los dos espacios con esos pequeños cambios nos da a entender que hay matices e intenciones verdaderamente poéticas y profundas en esta magnífica obra.
*Crítica de arte y comisaria independiente. Vive en Las Palmas
(Imagen: Enrique Cárdenes, Plástico, 2007. Proyección sobre plástico.)