7/3/07

Planeta vídeo: historia, exposiciones, líneas dominantes

Juan Antonio Álvarez Reyes*
En la segunda mitad de la década de los 90 se produjeron toda una serie de exposiciones que llamaron la atención sobre un fenómeno que se venía produciendo en la creación artística del momento: la cada vez mayor utilización del vídeo y del cine de exposición por parte de un creciente número de artistas contemporáneos. Fruto de esta expansión, una serie de exposiciones intentaron recoger su significado, sus líneas fuertes y sus principales practicantes.
Así, en una constante sucesión y progresión, se fueron organizando una muestra tras otra. Y ello es algo que merece ser recordado y, sobre todo, estudiado, para así comprender un fenómeno que ya es dominante. Esto, al menos, es lo que quiere ser este breve texto: una especie de recorrido consciente por una historia que aún no está terminada, ni de contar ni de hacer, por medio de algunas de las principales exposiciones que han ido puntuando el camino hasta ahora recorrido y que ellas mismas, lo quisieran o no, han contribuido a historiar.

Según he mantenido en otras ocasiones, el movimiento ha sido la gran conquista del arte durante el siglo XX. Y esto es algo que no se ha comprendido con suficiente fuerza hasta justo cuando terminó ese siglo. Así, como inicio de las series de exposiciones que aquí se van a citar, Spellbound: Art & Film (Hayward Gallery, Londres, 1996) tenía como primera excusa el centenario del nacimiento del cine y reunió a un grupo de artistas británicos –tan de moda por entonces–, algunos de los cuales son ya fundamentales en referencia a las instalaciones fílmicas, sobre todo Douglas Gordon y Steve McQueen. Esta exposición, con sus limitaciones geográficas y conceptuales, intentó romper las barreras o, al menos, acercar la comprensión entre arte y cine, dos campos que estuvieron separados durante muchos años al menos en apariencia puesto que, como veremos más adelante, las relaciones entre ambos, su comunión, ha sido constante a lo largo del siglo XX.

Siguiendo esa senda, Cinema, Cinema. Contemporary Art and the Cinematic Experience (Stedelijk van Abbemuseum de Eindhoven, 1999) supo recoger no sólo a un grupo de artistas muy activos entonces y desde entonces –de Pierre Huyghe a Mark Lewis, pasando por Eija Liisa-Ahtila–, sino también plantear algunas de las cuestiones básicas por las que este grupo de artistas se interesaron en la experiencia fílmica como manera de plantear sus interrogaciones y bases visuales, conceptuales y estéticas. Paralelamente, ese mismo año el ZKM de Karlsruhe organizó Video Cult/ures. Multimediale Installationen der 90er Jahre que seguía haciendo hincapié en esa nueva hornada de artistas que se decantaban por las instalaciones de vídeo y film y en la que participaban, además de algunos de los artistas señalados hasta el momento, otros que pronto pasarían a formar parte del firmamento de estrellas, como Doug Aitken, Shirin Neshat o Pipilotti Rist. La idea básica era señalar ese especial interés y preeminencia dentro del uso del término cultura visual, “referido a todas las formas de representación visual circulando en varios niveles culturales de nuestro mundo contemporáneo”.



Pero pronto se vió que no sólo de actualidad puede vivir el espectador de arte contemporáneo y que había toda una generación que no participó por una cuestión cronológica de una serie de experiencias en vídeo e imágenes proyectadas durante los años 60 y 70. Se hacía necesario recuperar e investigar desde una perspectiva actual, toda esa serie de experiencias visuales que habían sido arrinconadas durante las décadas siguientes. El primer intento serio, riguroso y con un buen y conocido resultado fue la exposición Into the Light. The Projected Image in American Art 1964-1977 (Whitney Museum, 2001). Chrissie Iles, su comisaria, escribió un texto fundamental en el que, entre otras cosas, resaltaba la importancia de la experiencia fílmica en un espacio como el de la galería o el museo, que tiene unas características sin duda más participativas y libres que el de la sala cinematográfica, y que permitía además una visualidad diferente. Sin duda esta exposición se ha convertido en una especie de modelo, seguido literalmente por determinadas colecciones a la hora de adquirir las obras de este periodo y de este medio, pero también para otras exposiciones. Así, conviene destacar en este sentido de continuidad X-Screen. Film Installations and Actions in the 1960s and 1970s (MUMOK, Viena, 2003), comisariada por Matthias Michalka, que tuvo varios aciertos concretos, entre ellos incluir abundante documentación –además de las instalaciones fílmicas– y, sobre todo, ampliar el campo de acción, ya que Europa fue pionera en este campo y, especialmente, el ámbito germánico, lo cual supone una de las principales aportaciones de esta muestra-investigación que estuvo acompañada por un catálogo con muy interesantes textos. A estas dos exposiciones ya históricas –tanto por el asunto tratado como por sus resultados– debe sumarse otra que está ocurriendo entre nosotros: Primera generación. Arte e imagen en movimiento (1963-1986), comisariada por Berta Sichel para el Museo Reina Sofía. Esta muestra es claramente diferente a las dos anteriores, ya que introduce tres elementos necesarios para seguir ampliando una investigación histórica que no puede darse por concluida: por un lado la importancia de la televisión y su influencia en el vídeo y las experiencias fílmicas de esos años, por otro la contribución del feminismo a un arte nuevo y por tanto menos contaminado entonces por la cultura patriarcal y, por último, la inclusión del ámbito geográfico iberoamericano, hasta ahora excluido en las dos exposiciones citadas precedentes.

Una vez hecho este repaso –podrían añadirse otras citas expositivas, pero creo que las nombradas ilustran muy bien el camino recorrido hasta la ahora–, me gustaría resaltar para terminar dos líneas de fuerza que se aprecian en la actualidad dentro del planeta vídeo: por un lado el éxito del campo documental y, por otro, pero no de manera opuesta, la animación. Por lo que respecta al primero se podrían citar tres muestras pioneras, dos de ellas organizadas desde España: Postvérité (Centro Párraga, Murcia, 2003), Ficciones documentales (Caixaforum, Barcelona, 2004) y Experiments with Truth (FWM, Philadelphia, 2004). Estas tres exposiciones plantearon, con sus especificidades y con artistas diferentes, cómo el nuevo documentalismo es un medio enriquecido por las experiencias y visiones personales y colectivas, además de con ficciones que hacen que ya hablemos de una postverdad o de experimentos con la verdad.

Por último, en el campo de la animación, más reciente en ser focalizado y con un mayor éxito debido a sus aplicaciones comerciales (tipo videojuegos, por ejemplo) deben ser citadas al menos las siguientes: Animations (P.S.1, Nueva York y KW, Berlín, 2001-2003), Sesiones Animadas (CAAM, Las Palmas y MNCARS, Madrid, 2005), Historias Animadas (Caixaforum, Barcelona, Sala Rekalde, Bilbao y Le Fresnoy, Tourcoing, 2006-2007), Version Animée (Centre pour l’Image Contemporain, Ginebra, 2006) y Fantasmagoría (Fundación ICO, Madrid, 2007). Sin duda, el vídeo se mueve en la actualidad entre un género absolutamente necesario, como es el del nuevo documentalismo, y por otro lado como género que ha participado desde antes de la aparición del cine de las experiencias visuales en movimiento. Hay indicios, además, de que aproximaciones estéticas, sociales o políticas entre ambos géneros no sólo son posibles –como por ejemplo el caso de Sheila M. Sofian demuestra con sus docuanimaciones– sino también necesarias.
*Crítico de arte y comisario independiente. Vive en Madrid
(Fotogramas Videoinstalación, Amanda López, Si no te gusta puedes cambiarlo, 2005)